¿Escribir para leer? ¿No era al revés? Si quieres ser escritor, sí, suele ser así. Pero si quieres animar a un niño o un adolescente a la lectura… ¿Por qué no probar a hacerlo así?
Empezar por escribir para leer después tiene sentido, de verdad
Y te diré más, puede que ni siquiera haga falta escribir.
Cuando te presentas con un libro delante de un niño o de un adolescente reticente a la lectura, es fácil que te mire mal, se dé la vuelta y te pida que te lo lleves lo más lejos posible. Si tienes cuidado con el tipo de lectura con la que te acercas o la forma de hacerlo, quizá haya suerte y puedas animarle, pero nunca se sabe.
Es probable que lo que le pasa a ese joven no-lector es que no le ve sentido a leer. Ya tiene otras formas de entretenerse, la televisión le cuenta historias, así que no necesita imaginar nada. Por no hablar de que muchas veces el ejercicio físico de leer se ve como un castigo, pero ya hablaré de eso en otra entrada.
Entonces, ¿cómo podemos ayudarle a ver que leer sí tiene sentido?
Haciendo que sea él quien cree historias
El atractivo que tienen los libros en muchas ocasiones es que nos presentan una historia que no habíamos leído nunca (o una versión de otra que sí habíamos leído). Nos transportan a otro mundo, vamos descubriendo nuevos detalles y personajes… Y nos maravillamos con cada paso que damos.
Pero, claro, para descubrir eso hay que sentarse delante del libro y leer.
¿Y qué pasa si ese niño o adolescente no quiere pasar por ese paso? Que se pierde esa fascinación al encontrar una historia nueva. La emoción, la diversión… Todo.
Por eso quizá una buena manera de ver lo que se está perdiendo es que sea su responsabilidad el crear esa historia. Bien para poder leerla más adelante, bien para probarse, bien para que otros la lean. Lo importante es que los engranajes de la imaginación, esos que se despiertan cuando lees un libro, empiecen a moverse por sí solos.
¿Cómo pongo en marcha eso de escribir para leer?
Te voy a contar cómo lo he hecho yo en estos últimos años, desde mi trabajo como profesora. En casa seguro que también puede hacerse, aunque haya que variarlo un poco, pero quizá mi experiencia del año pasado te sirva.
Halloween del año 2019
Cada vez que hay alguna fecha especial, como Halloween o Navidad, los alumnos (especialmente los pequeños) esperan que hagamos algo distinto en clase. Desde preparar decoración a hacer un juego (lo importante es no dar clase).
Pues bien, en Halloween del año pasado me presenté ante uno de los grupos más mayores a los que daba clase (de entre 14 y 16 años más o menos) con una idea que no les gustó nada al principio. Pero, claro, cuando te plantas delante de un grupo de adolescentes que no tienen muchas ganas de estar allí y les dices: «¡Vamos a escribir una historia!», pocas sonrisas puedes esperar.
Podía haberme limitado a darles un tema sobre el que escribir y pedir silencio durante una hora para que hicieran la tarea, pero no solo iban a aburrirse como ostras, sino que además iba a perder la oportunidad de pedirles hacer algo diferente a lo que están acostumbrados y con un buen contexto (y excusa).
Para cambiar un poco las cosas, llevé una tabla en la que había varios protagonistas, escenarios, tiempos, conflictos… Y unos dados. El curso pasado tenía a mis alumnos divididos en casas de Hogwarts, así que les pedí que se colocaran en grupo y cogieran un dado. Poco a poco, fueron tirando los dados y fuimos descubriendo todos juntos cómo era la historia que iba a tener que escribir cada grupo. Las combinaciones fueron de lo más divertidas y muchos de ellos se quejaron de que sus combinaciones eran las más difíciles (porque, ¿qué iba a hacer una momia a las doce del medio día en un trigal?).

La suerte estaba echada, sin embargo, y les di un tiempo para que planearan qué escribir con sus compañeros y se pusieran manos a la obra. Siendo profesora de inglés, que escriban en parejas o grupos es una buena oportunidad para que se ayuden mutuamente con la gramática, y siendo el ejercicio algo creativo, las ideas de unos y otros podían compenetrarse perfectamente con lo que les había tocado.
El desarrollo de la actividad
No estaba muy segura del éxito del ejercicio al principio, para ser sincera, pero entonces los murmullos empezaron a convertirse en exclamaciones de sorpresa o alegría cuando a alguien del grupo se le ocurría una buena idea. Las risas y las frases dichas de una u otra manera para sonar mejor resonaban por la clase y las expresiones del estilo: «madre mía, qué historia más buena nos está quedando» llegaban como música para mis oídos.
¡Estaban motivados! ¡De verdad lo estaban! Es increíble lo que la libertad de creación y la ayuda de un compañero puede significar en ese sentido. Todos apuraron al máximo el tiempo que les di para terminar de perfilar sus cuentos y cuando me los enseñaron me quedé realmente sorprendida con algunos. ¡Cuánta imaginación detrás de aquellas frentes! ¡Qué alegría!
El resultado: escribir para leer… y para otras cosas
Leí sus historias en voz alta, que ellos parecían deseosos de compartir, y no solo eso: me pidieron que diera mi opinión sincera. Aunque todos me parecieron estupendos (y así se lo dije), uno en concreto me llamó mucho la atención por la manera tan imaginativa de resolver lo que les había salido en los dados y las expresiones utilizadas dentro de la historia.
A ese alumno en concreto, que había sido el creador de la mayoría del relato según su compañero, le animé a seguir creando, de la forma que fuera, pues me parecía que lo que había en aquella página tenía potencial (y lo sigo pensando después de leer otros escritos suyos para clase).
Dar libertad creativa a los alumnos es de las cosas que más me gustan en clase, pues ellos tienen dentro mucho más de lo que creen y a veces no consiguen verlo pues están demasiado ocupados memorizando o haciendo deberes.
Una de mis razones para empezar a escribir fue el ánimo de un profesor después de leer una de mis historias, y no quiero perder la oportunidad de animar a todos los alumnos que pueda a expresarse, de la forma que sea, y disfrutar de lo que hacen (incluso si no tiene un fin concreto).
Así, con una actividad en la que aparentemente tenían que resolver lo que les había tocado en los dados para escribir un texto, descubrieron la emoción de desarrollar una historia, la alegría al encontrar las piezas que faltan, los nervios cuando otros la leen…

¿Entonces la técnica de escribir para leer es útil?
Esta técnica es un primer impulso. Es como cuando en las películas del oeste se prende la mecha de una dinamita. Si la mecha sigue avanzando y la llama no se apaga, la dinamita explotará. Si la llama es débil o la mecha se corta, la dinamita se quedará como está.
Ninguna técnica de animación a la lectura es mágica y los buenos resultados solo se obtienen con trabajo. Yo suelo hablar de libros con mis alumnos y en esa actividad comenté con ellos las historias, tratándolas como piezas literarias creadas igual que se crean otras. Le di valor a su trabajo.
Si realizas otras actividades complementarias, siendo un padre o un profesor, puedes sacar mucho partido a esta técnica de animación a la lectura.
Recapitulemos
- Es importante presentar la actividad como algo lúdico, y para ello la premisa debe ser interesante para los jóvenes no-lectores. En mi caso utilicé la tabla de más arriba y dos dados, pero pueden cambiarse los paneles de la tabla o buscarse otro recurso inicial (como el tan conocido: ¿qué pasaría si…?).
- El temor a la hoja en blanco es algo que todos tenemos interiorizado de una forma u otra, y cuando eres un estudiante, más. Esas hojas en blanco te recuerdan a los exámenes y puede que pedirte que hagas un trabajo creativo (algo que no se pide mucho, por desgracia) te deje paralizado. ¿Cuál es la solución, entonces? Darle un apoyo. Empezar a escribir con él, animar a que escriba con un hermano o un amigo, proponerle ir revisando poco a poco, darle una frase inicial de la que partir…
- Como he dicho más arriba, es un ejercicio creativo, así que no te centres en que corrija las faltas de ortografía que tenga. Puedes marcárselas luego si quieres, para que las vea, pero no lo hagas mientras escribe o cuando te lo enseñe. ¡Ese no es el objetivo de la actividad!
- Comenta su historia con este no-lector (o la pareja, si finalmente han trabajado de dos en dos). Anímale a contarte cómo ha solucionado un determinado conflicto, cómo se le ha ocurrido un giro, por qué el protagonista ha actuado como lo ha hecho…
- Anímale a compartirlo con otros.
- Busca historias que se parezcan a lo que ha escrito. Novelas, cómics, cuentos… Una lectura que te recuerde a lo que ha creado, y coméntaselo. Habla del tema y déjale con la incertidumbre de saber cómo de similar o diferente es ese otro libro de su historia.
Y dos últimos consejos
Primero. Si la escritura no es el fuerte de ese no-lector, bien porque no sabe, bien porque se niega en redondo, esta puede ser una buena actividad para hacer de forma oral también. Contar una historia a otros (especialmente si son hermanos pequeños) puede tener el mismo efecto que escribirla y luego leerla.
Segundo. No te preocupes si esta actividad por sí misma no sirve para que el no-lector se anime a leer el libro que le has recomendado. ¡No le agobies! La lectura es una actividad divertida, y acercarse a ella debería ser algo natural en la medida de lo posible. Habrá otras formas.
¿Vas a probar la técnica de escribir para leer con algún no-lector que conozcas? Si lo haces, déjamelo en los comentarios… ¡Y mucha suerte!