Estamos en junio. Las vacaciones se ven ahí, a lo lejos, saludando con la mano… y los días se nos hacen eternos. Así que vamos a poner un poco de humor a la entrada de esta semana.
¿Cómo? Con los dramas lectores que todos vivimos.
¿Qué son los dramas lectores?
Son esas pequeñas cosas que parecen poco importantes pero acaban provocando que tú, un lector con ganas de pasar un rato divertido, tenga que parar de leer, retrasar el momento de empezar a hacerlo o perderse por no poder concentrarse.
Hay muchos factores externos que pueden ser dramas lectores, pero también hay otros que vienen con nosotros sin darnos cuenta o que, incluso, son culpa nuestra.
Y es que como pasa con todo, por mucho que nos apetezca realizar una actividad, hay veces que si no se alinean los astros… No hay manera.
Algunos dramas lectores que he descubierto a lo largo de mi vida
Sé que habrá muchos más y que seguramente se te viene alguno a la mente con solo mirar el título. Sin embargo, como tampoco estoy en la cabeza de todos… Aquí mencionaré solo los que me hacen querer tirarme de los pelos a mí (y sus soluciones si las he encontrado).
Por cierto, como la entrada amenaza con ser larga… Hoy solo contaré tres y dejaré otros tres para la siguiente parte de esta entrada. ¡Vamos allá!
Leer en el transporte público
El primero de los dramas lectores del que quiero hablar es uno que todos hemos experimentado alguna vez en nuestra vida, con más o menos frecuencia: la gente del transporte público.
Pongámonos en situación: entras en vagón tranquilamente, o te subes en el autobús, libro en mano, y deseando seguir el capítulo que tienes a medias. Buscas tu sitio con la mirada: que no dé mucho el sol y te deslumbre, que haya suficiente luz como para ver bien la página… Y que no haya mucha gente alrededor, por supuesto. Ya no por la tendencia natural de sentarnos solos en el transporte público sino porque, ¿y si se pone a hablarte? ¿Y si se oye mucho la música de sus cascos? (si es que lleva…)
Así que, con tu objetivo claro, te sientas, o, en su defecto, te apoyas en alguna superficie que te permita leer sin temblores. Y te pones a leer, disfrutando cada palabra y esperando llegar al siguiente momento álgido de la narración. ¿Y qué ocurre en este momento? Que llega el drama: alguien se sube en la siguiente parada hablando por teléfono. O unos niños que acaban de salir del colegio se colocan a tu lado, hablando a voz en grito. O un grupo de chavales ruidosos se sienta a tu alrededor.
¿Y tú qué haces? Intentar seguir leyendo, sin perder la concentración. ¡Pero es tan difícil! Muchas veces, tras muchos intentos, acabas cerrando el libro, cambiándote de sitio, o esforzándote el doble para poder continuar tu lectura.
En este sentido, mi drama lector personal con la gente del transporte público son las personas que hablan por teléfono.
Entonces, el hombre de la máscara se acercó y…
-¡Y ya te puedes imaginar la cara que puse!
…yo salí corriendo, sin mirar atrás para escapar de…
-Claro, claro. Ajá. Sí, sí, puedo hablar, no te preocupes.
…pero era inútil, el hombre estaba cada vez más cerca, ya sin su máscara. No quería mirar pero…
-¡Ay, que se corta! ¿Me oyes? ¿¡Me oyes!?
Es como si su voz se me metiera en el cerebro y cerrara la puerta a cualquier oportunidad de seguir leyendo. ¿Pero qué le voy a hacer? Como solución, intento taparme los oídos o me pongo los cascos para ver si amortiguan algo…

No ser rico
Vale, sí, estarás pensando: «María, no ser rico es un drama en general, no solo para los lectores». Pero, ay, amigo, yo no estoy hablando del drama de no tener dinero para comprar un yate, no. Estoy hablando de esos cálculos mentales que hacemos todos cuando entramos en una librería a dar una vuelta. De esas dudas de si llevarnos un libro o dos (o ninguno), de si comprarlo en digital o pedírselo prestado a alguien. De si podemos esperar para comprar ese libro que llevan meses anunciando y tenemos TANTAS ganas de leer.
Yo soy muy analógica, en general. Me gustan los relojes analógicos, hago las listas de la compra en papel y me apunto las cosas en vez de ponerme recordatorios en el móvil (claro, así pasa…). Por eso, cuando la gente empezó a leer en ebooks, yo me resistí. Aunque debo reconocer que desde que tengo mi libro electrónico (que me regalaron, por cierto) caigo cada vez más en las ofertas de libros digitales (y las disfruto).
Así que esa puede ser una solución para poder comprar libros a los que hemos echado el ojo en lo que nos toca la lotería… De todas formas, si eres más analógico, como yo, o no te convence lo de comprar ebooks, tengo varias soluciones para solucionar este drama lector en otra entrada.
Ser miope
La miopía empieza al principio como una tontería cuando eres pequeño: no ves bien la pizarra, tus padres se dan cuenta de que achinas los ojos de vez en cuando… Y te llevan al oftalmólogo y, ¡oh! Tienes miopía. 0,25 en cada ojo, o puede que media dioptría. Nada grave.
«Ponte las gafas solo para ver la televisión y para leer», te dicen con una sonrisa.
Ya.
Puede que empieces así, o que se te olvide quitarte las gafas desde el principio y tus ojos se acostumbren al final. El caso es que, sin comerlo ni beberlo, unos años después tienes las gafas pegadas a la cara todo el día y, si tienes mala suerte, con tanta graduación que si te las quitaras no reconocerías ni a tu madre.
Aunque en las películas llevar gafas se ve como algo guay, interesante o sexy, en la vida real, si tienes mucha graduación no es nada de eso, pues te toca ponerte unos cristales gordos que te hacen los ojos pequeños. O eso, o usas lentillas, que están bien menos cuando se te mete algo dentro del ojo y te quieres morir.
El caso es que siendo lector, las gafas te ayudan a mantener tu pasión sin ningún problema… Menos si quieres leer medio tumbada. O si te metes en el autobús en invierno con tu libro listo para leer y las gafas se empañan. O si te quedas dormida sin querer con ellas puestas y acabas con el libro en el suelo y las gafas clavadas al puente de la nariz.
Puede que llevar gafas nos dé un aire intelectual a los lectores, sí, pero en realidad… Es un rollo.
Y, por desgracia, no tengo solución para esto.
¿Qué dramas lectores has vivido tú? ¿Alguno de la entrada o tienes nuevas aportaciones? ¡Cuéntame en los comentarios!