Los juegos del hambre. ¿Es la literatura juvenil superficial?

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Los juegos del hambre llevan siendo parte de la historia de nuestra literatura desde hace doce años. Con nuestra, me refiero a la actual. A la de quienes lo leímos cuando aún podíamos ser elegidos como tributos y que seguimos las aventuras de Katniss y Peeta con tanta sed como la que pasaron ellos en En llamas.

Hace cinco años (en noviembre también) que se estrenó la última película de la saga y, ahora que se ha estrenado Balada de pájaros cantores y serpientes, creo que es un buen momento para hablar sobre esta trilogía de libros. ¿Te parece?

 

Los juegos del hambre en una generación hambrienta de novelas

No recuerdo bien el impacto inicial de Los juegos del hambre, pues no fui yo quien los descubrió en mi casa. Mi hermana se enamoró de la saga y de sus personajes antes de que saliera la película y luego disfrutó viéndola y despellejándola en los aspectos en los que se desviaba de la obra original. ¡Y eso que ella no era una lectora ávida en aquel entonces!

Esa fue parte de la magia de Los juegos del hambre, igual que Crepúsculo la tuvo con mi generación unos años antes: una historia que atraía, unos personajes con aristas y un noséqué que enganchaba a casi todo el mundo.

El lado bueno es que, además, Katniss no se pasaba los libros hablando de lo guapos que eran Peeta o Gale, claro…

El caso es que, bien por las novelas en sí, bien por las adaptaciones cinematográficas (que siempre ayudan), Los juegos del hambre se convirtió en un fenómeno y nos tuvo enganchados a todos hasta que se estrenó la última película, en noviembre de 2015.

 

El único problema de Los juegos del hambre es que era literatura juvenil

Y estaba escrito por una mujer.

Entonces, claro, ¿cómo ibas a tomarte en serio la historia de una adolescente contra todo el sistema que controla su país? ¿No te estabas equivocando y en realidad todo giraba en torno al triángulo amoroso? Seguro que en realidad le encantaba que en El Capitolio la maquillaran, que eso es lo único que le interesa a las adolescentes.

Podemos suponer que el motivo de que mucha gente pensara así era que en las películas (lo que más gente vio) no se explotaba el aspecto social de la historia. Todo es más bonito en la gran pantalla y las escenas en El Capitolio estaban llena de color y de un atractivo que podía borrar que unos minutos antes habíamos visto a gente tirada en la calle sin comida.

¡Pero no debemos quedarnos solo con eso! Los juegos del hambre caló hondo en mucha gente joven por ser literatura juvenil, claro, y por tocar algunas teclas que otras novelas no habían tocado. Y, si no tienes muy claro por qué creo que ayudaron a desmentir eso de que la literatura juvenil es superficial, sigue leyendo.

Ah, eso sí, aquí vienen spoilers de todos los libros (menos el que ha salido este año). ¡Vamos allá!

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Los juegos del hambre son literatura juvenil rápida, fresca… y profunda

Los distritos y su presidente

Panem es una máquina bien engrasada. Las buenas familias, los ricos y los poderosos viven en El Capitolio. Y viven de los distritos. Literamente.

Cada distrito aportaba algo sin lo que los otros no podían vivir y a cambio recibían suministros para vivir (aunque para los últimos distritos quedaban las migajas) y «protección». El Capitolio solo aportaba entretenimiento, si es que podía llamarse así, en forma de programas televisivos que era obligatorio ver y con los que trataban de controlar a la población.

Y, ¿quién estaba encima de todo eso? Es presidente Snow. O el dictador Snow, podríamos decir, porque si todos tus oponentes políticos mueren en extrañas circunstancias y tú sigues ahí perenne, quizá haya gato encerrado. Los juegos del hambre nos presentaba, como en otras distopías, un sistema totalitario que nadie parece cuestionar menos el protagonista.

Ya pasaba en 1984, así que no hay por qué echarse encima de Katniss.

Control de la información

¿Qué clase de distopía dictatorial sería esta si no tenemos a los medios de información comprados?

A lo largo de la saga de Los juegos del hambre vemos cómo todo lo que se emite en televisión está perfectamente organizado, planeado y pactado. El pueblo ve lo que los líderes quieren que vea, y por eso una de las estrategias del distrito 13 en Sinsajo es intervenir los canales de comunicación.

De esta forma, Suzanne Collins te estaba diciendo a ti, lector de trece años, que no puedes fiarte de todo lo que ves y que, desde luego, no es oro todo lo que reluce.

El distrito doce

La historia comienza en el distrito doce, con Katniss. Ese distrito, el último de todos, en el que la gente tiene suerte si no se muere de hambre y en el que los niños se ven obligados a trabajar para ayudar a la familia. Katniss y Gale salen a cazar porque les gusta, en parte, pero también porque sus familias no pueden sobrevivir con lo que les da El Capitolio, Peeta trabaja en la panadería de sus padres, ningún niño parece muy interesado en sus estudios… Es posible que, menos la hija del alcalde del distrito, todos los niños del doce tengan que ponerse a trabajar desde muy pequeños para poder sobrevivir.

Y eso sin contar con que durante esa etapa son susceptibles de ser elegidos como tributos para el Gran Hermano mortal.

Si quieres una prueba rápida de esta sensación de angustia que debería transmitirte un lugar así, ve los primeros minutos de la primera película. La escena empieza con un grito, se ven imágenes de niños en las calles, la cámara se mueve en planos oscuros y te intentan trasmitir que lo que viene después en El Capitolio no es lo real. Lo real es lo que Katniss dejará en casa.

La crueldad de los juegos del hambre

Nos sabemos la teoría: cada distrito entrega a un chico y a una chica de entre doce y dieciocho años como tributo para Los juegos del hambre cada año. El que sobreviva, será el ganador y podrá vivir el resto de su vida sin tener que preocuparse por el dinero nunca más. Precioso, ¿verdad?

Aunque para eso han tenido que morir otros veintitrés niños. Y no porque sí, no. Porque otros niños de su misma edad, o más pequeños, o más mayores, les han matado. ¡Y eso también se muestra en la película, cuando termina la cuenta atrás en la Cornucopia! Lo que pasa es que los actores que hacen de esos niños, no lo son.

Katniss tiene dieciséis años cuando se presenta voluntaria, pero Jennifer Lawrence tenía 22 cuando la interpretó. Lo mismo ocurre con muchos de los otros. La actriz de Rue, por ejemplo, tenía 14 años en ese momento. Imagínala un pelín más mayor, solo un poco… Matando a otros adolescentes de su edad para sobrevivir.

Anestesia televisiva

¡Porque es precisamente eso lo que estaba pasando! Mataban para sobrevivir… Pero no era eso lo que veían los espectadores.

O no lo que asimilaban, al menos. Los juegos del hambre eran retransmitidos de forma brillante, glamurosa y con tintes de cotilleo. Los espectadores parecían estar interesados en que sus favoritos ganaran sin pararse a pensar que los favoritos de otros morirían. O que sus favoritos les matarían.

Pero nada de esto era accidental, claro. El presidente Snow utilizaba esto, junto con el control de la información, para tener a la población controlada y que nadie se opusiera. Que nadie se parara a pensar en lo que estaba pasando en realidad a su alrededor porque estaban demasiado interesados en ver lo que la televisión tenía que ofrecerles. Suena hasta familiar, ¿verdad?

El Capitolio

No se conoce realmente El Capitolio hasta las dos últimas partes de la trilogía, En llamas y Sinsajo, en las que Katniss y Peeta pueden ver los entresijos de esa parte de la sociedad. Ese mundo en el que las apariencias y la belleza eran más importantes que cualquier otra cosa. En que todo lo que veías se podía comprar. En que los ricos vomitaban para poder seguir comiendo mientras otros se morían de hambre en los distritos…

Pudimos ver la injusticia de las diferencias sociales dentro de un mismo país de forma muy clara en esas escenas, y no vendrían mal para pararnos a pensar en cómo de diferente es la vida que tenemos de la de otros y qué se puede hacer para reducir esas diferencias.

El secreto de Finnick Odair

Una de las confesiones que más me impactó al leer la trilogía fue la que revelaba la forma en que Finnick se mantenía dentro de todo aquel entramado. No fui realmente consciente de la gravedad del asunto hasta que volví a pensar en ello siendo más mayor.

Finnick ganó sus juegos siendo solo un adolescente y, por ser tan guapo como era, el presidente Snow no tuvo problemas en venderle a los más ricos del Capitolio. Él acabó aprovechando esa situación para enterarse de secretos con los que poder negociar, pero eso no quitaba que le hubieran expuesto a la prostitución desde muy joven después de la promesa de salir de los juegos y vivir tranquilo.

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¿Triángulo amoroso real?

Un punto importante de la trilogía es el triángulo amoroso entre Katniss, Peeta y Gale. Aquí cada uno tiene sus favoritos, pero lo que nunca estuvo claro fue quién era el favorito de Katniss. ¿Es que tuvo alguna elección, acaso?

El entramado de Los juegos del hambre la forzó a estar con Peeta, que era un encanto de persona, al margen de lo que pudiera sentir o no por Gale. Se vio forzada a fingir una relación con alguien a quien apenas conocía, y que sí sentía algo por ella, para guardar las apariencias y proteger a sus seres queridos.

La ironía del viaje de Katniss

Si te has leído los tres libros sabrás a lo que me refiero. Katniss se presentó voluntaria para proteger a su hermana pequeña, guardó las apariencias ante Snow para que siguiera a salvo y, al final… Prim acabó muriendo.

 

Como escritora, es algo que admiro de Suzanne Collins porque no sé si yo hubiera sido capaz de hacerlo sin haberlo tenido clarísimo desde el principio. El libro nos demuestra de esa forma que, aunque quieras luchar por lo que es justo, aunque seas buena persona y defiendas al débil, al final las cosas no siempre salen como quieres. Al final todo puede acabarse en un momento de la forma más injusta posible y no podrás hacer nada para evitarlo.

Para los que dicen que la literatura juvenil es superficial.

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Y hasta aquí la entrada de hoy. ¿Te gustaron Los juegos del hambre en su momento? ¿Hay algo que no haya mencionado y creas que fue importante en las novelas? ¡Déjamelo en los comentarios!

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Un comentario en «Los juegos del hambre. ¿Es la literatura juvenil superficial?»

  1. Chema dice:

    Hola. Me ha encantado el feminismo que se respira en todas las novelas de los Juegos del Hambre y que, en buena parte se ha reflejado en las películas.

    No sólo es una mujer el personaje principal, si no que ella intenta decidir. Su último fin en la vida no es encontrar a un hombre y así sentirse realizada como mujer y madre, como nos han vendido culturalmente y desde siempre. Al contrario, Katnis Everdeen tiene prioridades personales, sobrevivir, alimentar a su familia o proteger a su hermana. ¿Es por la cuarta o quinta página del primer libro cuando manifiesta que ella se niega a tener hijos? Ella decide sobre su futura maternidad. No es por capricho o rebeldía, si no porque no soporta pensar en que sus hijos puedan ser cosechados para morir en los Juegos del Hambre.
    Más detalles de ruptura con las clásicas historias masculinas, la sororidad entre los personajes femeninos. No sólo Katnis ama a su hermana, también la valora, junto a su madre (aunque sienta tanto dolor y rencor a su progenitora). Cuando está asistiendo a Peeta de la grave herida que tiene en su pierna, reconoce su flaqueza de afrontar ese sufrimiento y valora la entereza y capacidades de su madre para asistir, curar o acompañar en la muerte a los graves enfermos y accidentados que les llevaban a casa, porque su madre era fuerte frente a esas emergencias. Sororidad se respira en la magnífica alianza con Rue, o con Johanna en el tercer libro, Sinsajo.

    Y sobre las mujeres al frente de la rebelión, desde la presidenta Coín, hasta la comandante de las fuerzas rebeldes del distrito 8, Paylor. Y no son personajes fálicos, que resuelven los problemas a fuerza de punetazos, bombas y testosterona. No olvidemos a Cressida, la prometedora directora de cine del Capitolio, que se ha unido a los rebeltes para aportar su talento a la guerra mediática. Para colmo, su talento y trabajo es valorado por sus compañeros y superiores masculinos. ¡Genial! Es justo. Es algo tan evidente que se me hace raro verlo tan normalizado y visible en el cine taquillero. Será porque aquí la ficción supera a la realidad.

    No es el único caso en el que personajes masculinos reconocen el valor y méritos de otros personajes femeninos. Cuando Finnick felicita a Wires por deducir que el escenario de los 75º juegos era como un gigantesco reloj, diciéndole «eres un genio» en la segunda película, En Llamas (no recuerdo si es igual en el libro).

    También me gusta una magnífica escena en la última película, Sinsajo parte II, en la que los rebeldes buscan la forma de capturar el último reducto militar del Capitolio, que está en el distrito 2. En la reunión militar hay hombres y mujeres, pero ni las mujeres son simples adornos de la escena (porque allí hay tres dirigentes de los distritos rebeldes, aportando decisiones y razonamientos) y ni los hombres actúan como machos alfa típicos de héroes cinematográficos (porque debaten que también hay vidas inocentes implicadas y no es justo que mueran allí).

    Repito, para mí, son escenas difíciles de encontrar en el cine palomitero: sororidad, mujeres autosuficientes y que deciden su camino, valoradas por sus méritos (no por ser monas), en los altos cargos de decisiones, que sabemos sus nombres y hablan sobre temas transcendentales para el desarrollo de la trama (no de hombres y de cuál me gusta más), de diversas edades, y hombres que las respetan y valoran.

    Y, además, una trama situada en un contexto de justicia social y de lucha de clases, de crítica a las diferencias sociales y económicas, al uso de los medios de comunicación de masas con fines de control, a la despreocupación de la sociedad en el control político, etc.

    Los Juegos del Hambre son un excelente ejemplo cinematográfico y literario, que motiva a numerosas reflexiones y debates para construir una sociedad más justa. Bienvenida esta literatura juvenil, especialmente si también nos despierta a los que nacimos cuando aún no había un Estado democrático.

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