Cuando empiezas a escribir, sueles hacerlo en soledad, sin la presión de saber que otros van a leerte. Cuando las cosas avanzan y eso cambia puede pasarte algo que nos pasa a muchos y es que te veas atacado por el temible síndrome del impostor.
¿Qué es el síndrome del impostor?
Echa la vista atrás, a tu etapa en el colegio. ¿Te acuerdas de ese compañero que no daba un palo al agua, lo hacía todo deprisa y corriendo y aun así pensaba que su trabajo era «la leche»? Pues el síndrome del impostor es todo lo contrario.
En el caso de los escritores, este síndrome suele atacarnos cuando hemos pasado la etapa de escribir en soledad y llega el momento de enseñar nuestros escritos a otros. Cuando solo nosotros leemos lo que hemos escrito, podemos soñar con que es bueno o no darle demasiada importancia a la calidad incluso. Solo estamos disfrutando con lo que hacemos. ¡Y eso está genial!
El problema llega cuando las historias dejan de ser solo nuestras: porque las mandamos a una editorial (¡y resulta que les gusta!), autopublicamos, subimos nuestra novela a Wattpad (por cierto, no te pierdas mis redes en estas semanas que quiero contarte algo)… En ese momento, cuando nuestro trabajo está ahí fuera para ser juzgado, es cuando puede atacarnos el síndrome del impostor.
Lo que hace el síndrome del impostor es hacernos creer que somos, precisamente, unos impostores. Que lo que hemos escrito no vale para nada y que es mucho peor de lo que imaginábamos.
Pero, ¿y si obtenemos una buena respuesta por parte del público?
¡Nos pasa por encima y sin rozarnos! El maldito síndrome del impostor se encarga de crearnos mil excusas:
- Solo intentan ser amables.
- No puede ser, he entendido mal.
- Me están mintiendo para hacerme sentir bien.
- Quizá no han leído muchos libros de este género.
- ¿Les habrá sobornado alguien de mi familia?
El problema cuando tenemos al impostor encima, es que es muy difícil librarnos de él.
En mi caso, habiendo autopublicado en Lektu una novela corta y (casi) dos novelas bastante más largas con Insomnia ediciones, esto me pasa. Muchas veces me cuesta creérmelo cuando alguien me dice que La ciudad escondida le ha gustado mucho y puedo achacarlo a que, al fin y al cabo, no he publicado tanto como para sentirme como una «autora de verdad» (qué feo suena esto). Pero, como las redes sociales son las mayores cotillas del mundo, he leído a muchos compañeros y compañeras con casi o más de una decena de novelas a sus espaldas diciendo que el síndrome del impostor les da la lata también.
Entonces, ¿no hay escapatoria?
Cómo pasar del síndrome del impostor
Es difícil, no te voy a mentir, porque mientras escribo estas líneas recuerdo que hace unos días tuve una charla con mi impostor. Y preveo que en unas semanas volverá otra vez.
Pero, ¿sabes qué? Si no luchamos contra el síndrome del impostor, logrará lo que quiere: que dejemos de escribir. Y el mundo necesita historias. No podemos hacer eso.
¿Es lo que escribes algo que querrías leer?
Si lees algún blog para escritores o ves vídeos de algún canal enfocado a este mundillo, descubrirás que uno de los consejos que más se repiten es este: escribe lo que te gusta. Escribe algo que tú leerías.
¡Y creo que es un consejo estupendo!
Al fin y al cabo, si eres lector o lectora de fantasía, es lo que disfrutas y cuando te pones a escribir te apetece sumergirte en ese género… ¿No vas a disfrutar escribiéndolo? Por supuesto que sí. Y se notará. Y aunque al principio puedas pensar que estás arriesgándote, que hay otros escritores muchísimo mejores y que no vas a interesarle a nadie, piensa esto… ¿Acaso todos esos autores no tuvieron que romper el hielo de la publicación alguna vez? ¿No eres tú un lector empedernido de sus libros o del género que escribes? Pues igual que hay lectores para otros libros de tu mismo género, los habrá para el tuyo. Y todo lo que aprendas con esos primeros pasos te servirá para que lo que sigue sea más sólido.
Escucha lo que dicen los de cerca… y los de lejos
Cuando alguien nos dice algo sobre nuestra historia y tenemos al síndrome del impostor en la chepa, tendemos a pensar cosas como las que he dejado más arriba.
En esos momentos, sintiéndonos pequeños e insignificantes, es fácil que se nos venga a la memoria aquel comentario tan positivo que nuestra madre hizo de la novela. O nuestro hermano. O nuestra mejor amiga. Y, claro, pensamos: «Es que me ven con buenos ojos…». Y no te digo que no. Pero piensa un momento: si tu novela fuera terrible… ¿no te lo habrían dicho? ¡Tus familiares y amigos quieren lo mejor para ti!
Y ya si le pasaste tu manuscrito a tus lectores beta ni te cuento… Su trabajo es despellejarte la novela para que no lo hagan desconocidos por Internet. Esos sí que no mienten (o no deberían).
Hablando de desconocidos por Internet… ¿acaso esas personas que te han dejado buenas puntuaciones en Goodreads o han reseñado tu novela te deben algo? ¿Les has sobornado o es que son tan increíblemente amables que van a mentir para hacer sentir bien a un desconocido que no les ha regalado ni una triste caja de bombones para endulzar su opinión?
Si te cuesta confiar en lo que te dice tu entorno (a pesar de lo que te he explicado más arriba) confía al menos en lo que quienes no te conocen dicen de tu obra. Incluso de las críticas o reseñas negativas, que de ahí también se puede aprender (¡ojo! No confundamos negativas con dañinas. A esas, ni agua).
Haz piña contra el síndrome del impostor
Como he dicho muchas veces, las redes nos ayudan a juntarnos con otros escritores, de nuestro género o no. Siguiéndoles e interactuando con ellos descubres con el paso del tiempo que pasan por los mismos procesos que tú en muchas ocasiones: el trabajo duro, la falta de respuestas, los nervios, la espera, las inseguridades…
Saber que otros autores viven con el impostor pegado al teclado como tú puede ayudarte de dos maneras: la primera, sabiendo que no estás solo; y la segunda, pensando en lo increíble que te parece que autores tan talentosos como ellos sufran también con el síndrome del impostor. ¿Cómo puede ser? ¡Si son la leche! (no olvides animar a otros autores para luchar contra su impostor, que no se diga que el trabajo del escritor es solitario)
Quién sabe si alguien por ahí piensa eso mismo de ti…
No dejes de escribir
Este es el punto fundamental. Cuando has pasado por los tres anteriores y vuelves a sentarte delante de tu libreta o tu ordenador. En ese momento te toca mirar al síndrome del impostor a la cara, quitarle de delante de la pantalla como si fuera tu gato buscando atención y decirle: «ya puedes ponerte cómodo ahí al lado porque no pienso dejar que me impidas hacer lo que me gusta».
Y escribir y escribir. Porque cuanto más escribas, más experiencia tengas y más aprendas, menos argumentos tendrá él.
¿Se te ocurre alguna otra manera de luchar contra el síndrome del impostor? Si es así, ¡déjamela en los comentarios!