Recuerdo la primera vez que vi la portada de Crepúsculo en una tienda. Iba mi tierna yo adolescente de trece años paseándose por la sección de libros del supermercado cuando la vi: ese fondo negro, esas manos blancas, esa manzana roja. Le di la vuelta para leer la sinopsis y vi que era una historia de amor con vampiros.
Y caí. Vaya que caí.
Seguir leyendo «Claro que Crepúsculo nos gustó con trece años»